Entre teatros y escenarios, Maxi Gilbert aprendió a mirar la luz como un lenguaje propio. Diseñador, escenógrafo y creador del Museo de la Luz en Madrid, convirtió la técnica en poesía visual y la experiencia en oficio. Su trayectoria, marcada por la herencia teatral y una curiosidad inagotable, lo llevó de los camerinos de Buenos Aires a las grandes giras internacionales, donde las consolas ChamSys se volvieron aliadas clave para materializar su sello artesanal: la luz como instrumento para contar historias únicas.

Diseñador de iluminación, creador del Museo de la Luz en Madrid y referente de una generación que piensa la técnica como lenguaje artístico, Maxi Gilbert ha hecho de las luminarias su forma de contar historias.
Su mirada, precisa y sensible, se formó en el cruce entre la escena, la arquitectura y la emoción visual. Más que un oficio, lo suyo es una vocación luminosa que tomó forma con el tiempo, pero que nació mucho antes de que él pudiera nombrarla.
Criado entre teatros, camerinos y bambalinas, Maxi es hijo de la reconocida actriz Edda Díaz y ahijado del mítico productor Lino Patalano, figuras esenciales de la cultura escénica en Argentina. Desde muy pequeño, entendió que la magia del espectáculo también vive detrás del telón, y en ese ámbito, encontró su lugar.
Desde pequeño acompañaba giras de teatro infantil, viendo de cerca cómo se armaban los espectáculos que luego encendían la imaginación de cientos de chicos. “Mi vida empezó en teatros. De alguna manera, nunca salí de ahí”, contaría más adelante. Esa infancia nómade, entre montajes y desmontajes, marcó el pulso de su vocación.
Hoy, Maxi es diseñador de iluminación, escenógrafo y director de producción, con base en Madrid y una mirada propia que mezcla técnica, arte y emoción. Al frente de XLR Estudio, ha trabajado en óperas, musicales, conciertos, exposiciones y festivales que combinan tecnología con narrativa visual.
Pero su proyecto más simbólico, y personal, es el Museo de la Luz, un espacio que propone una experiencia inmersiva, sensorial y poética, donde la luz deja de ser herramienta para convertirse en lenguaje.
El primer destello
A veces, el amor por algo nace con una pregunta: ¿qué es esto que me está pasando? Maxi Gilbert recuerda claramente el momento en que algo se encendió por dentro. “Tendría siete u ocho años. Íbamos seguido al Teatro San Martín de Buenos Aires, nos daban entradas para prensa porque mi padrino era Lino Patalano. Veíamos muchas obras infantiles… pero hubo una en especial que me marcó”, dice. Era un espectáculo de una compañía holandesa que trabajaba con títeres y jugaba intensamente con la luz. “Ahí sentí que había algo más. Me quedé muy influenciado”.
Pero si hay una imagen que se grabó con fuerza, es la de Facundo Cabral en el Superdomo de Mar del Plata. Maxi tenía apenas nueve años. “Entrar a una arena con 12.000 personas en silencio, y ver a Cabral solo con una guitarra… lo único que tenía era un frontal y un cañón de contra, que simulaba la luz de un tren. Me pareció increíble cómo, con tan poca iluminación, podía cautivar a todo el mundo”.
Aquel impacto emocional, más que técnico, fue la semilla. “Me gustaba ver compañías que hacían algo distinto con las luces. No era la clásica comedia. Cuando empecé a ir al Teatro Colón, sobre todo con el ballet, me fascinaba ver cómo se trabajaba la escenografía con la luz”. Los pasillos del San Martín y los talleres del Colón fueron, literalmente, su escuela. “Veías cómo se armaba todo, cómo se fabricaba el vestuario, cómo se trataba cada escena con artesanía teatral. Para mí, eso fue clave: ver cómo se construía el teatro desde adentro”.
Y en ese recorrido, una compañía marcó un antes y un después: Momix. “Me encantaba cómo trabajaban las luces y las sombras con la danza. Años después, ya en España, terminé trabajando con ellos como director técnico en varias giras. Fue como cerrar un círculo”.

La luz como elección
Con una madre actriz y un padrino productor, muchos asumían que Maxi Gilbert seguiría los pasos familiares. “De chico siempre me preguntaban si iba a ser actor, porque acompañaba a mi mamá a todos lados: la radio, los rodajes… faltaba al colegio y me iba a ATC(Argentina Televisora Color) todo el día. Mesa de Noticias era mi programa favorito. Estaba encantado”, comenta. Pero aunque disfrutaba de la magia de la tv y se fascinaba con los trucos visuales de producción, el escenario nunca lo sedujo. “Todo lo que fuera estar detrás, genial. Pero a mí no me gustaba estar arriba del escenario”.
Fue ese lugar entre bambalinas el que lo llevó a elegir la luz.
A lo largo de los años, esa fascinación se convirtió en conocimiento, y ese conocimiento en una mirada crítica sobre la evolución del oficio. “Hoy noto una diferencia generacional muy marcada. Muchos artistas nuevos no tienen cultura teatral. Y los operadores jóvenes tampoco. No tienen el background de haber tocado un filamento, de haber tirado cableado, de saber cómo se monta un dimmer o cómo funciona un PAR. Muchos no han visto uno en su vida”.
Maxi reconoce que hoy existen herramientas de aprendizaje que antes no estaban al alcance. Pero también percibe una desconexión con la experiencia física, real, artesanal. “Programar un show desde el estudio está buenísimo. Acá lo hacemos con Stadium Connect y Capture, incluso lo hice para Eurovisión. Pero no es lo mismo que vivirlo. No sentís el calor del filamento. No ves lo que pasa cuando todo está montado”.
Y en esa distancia técnica, a su parecer, conlleva una pérdida estética. “Los shows de hoy tiran de pantallas LED y focos móviles que se mueven sin parar. Se arma todo con ese estilo, pero sin profundidad. Falta un poco de vieja escuela. Lo que menos me gusta hoy es que todos copian lo que ven, pero sin saber qué hay detrás”.
De la escena al espectáculo
Para Gilbert, todo diseño de luces tiene que contar algo. Y si no lo hace, entonces no es suficiente. “Siempre intento llevar todo hacia un lado más teatral. Incluso cuando trabajo con artistas de música urbana, como Delaossa, pienso el show como un espectáculo: con actos, escenas y cambios. No se trata solo de apagar o prender, sino de crear momentos”.
El próximo show de Delaossa, que se estrena el 4 de octubre, es el mejor ejemplo. Maxi fue parte del diseño conceptual desde el inicio. “Básicamente armamos una narrativa. No es solo un concierto: tiene sus propios actos. Y aunque trabajamos con LED, intentamos que todo tenga ese lenguaje escénico”. La gira comenzará por distintas ciudades de España y se extenderá hasta 2026, con planes de cruzar el Atlántico. “Ahora voy a acompañar hasta Madrid, que es la parada más grande, y luego el operador toma el resto. Pero en 2026 se va para Sudamérica”.
Ese cambio de contexto trae aparejadas otras dinámicas, sobre todo en lo técnico y lo cultural. “La diferencia con Argentina es enorme. Acá es otra cosa. Yo me fui a fines de los 90, pero lo último que hice allá fue con Divididos. Un trabajo muy experimental. Ellos venían siempre a unas fiestas que yo hacía, como happenings, con proyecciones de 8mm, 16mm y 35mm. Y me pidieron que lleváramos eso a la gira”.
El resultado fue un despliegue atípico para la época: proyectores de diapositivas en lugar de video, efectos físicos en vez de pantallas. Y una puesta inolvidable en su primer Obras. “Monté una escena de Temperley, con una torre de luz que caía en medio del show. Había una tormenta, un sistema de riego sobre el público… Fue increíble. Y hacía tanto calor que hasta lo agradecieron. Hoy sería imposible hacer algo así”.
Por eso, cada vez que puede, Maxi deja un mensaje claro: “Siempre que tengo a alguien enfrente, le digo lo mismo: tienen que ir más al teatro, tienen que ver ópera, tienen que tener referentes propios, no copiar a otro grupo. Porque lo que hace la diferencia es entender de dónde viene todo esto”.

Luthier de la luz
Para Maxi Gilbert, la luz no se compra: se inventa. Por eso, en cada show busca romper con el estándar y diseñar algo que no pueda replicarse con solo abrir un rider técnico. “Lo que intento siempre es integrar la luz en la escenografía. Algo más personalizado, hecho para cada artista, para cada obra”.
Esa lógica artesanal lo acompaña desde siempre. En la última gira de Manuel Carrasco, por ejemplo, decidió evitar el uso exclusivo de pantallas LED. En su lugar, fabricó bastidores de neones programables separados cada 10 centímetros, que cubrían el frontal y los laterales del escenario. “Servían como luz y como video. Una idea que venía de un desfile que hice una vez, donde construí un sol desmontando secadoras. Le pedí una cometida de 63 solo para eso. El calor que generaba era real, te llegaba desde 30 metros. Ahí dije: esto es lo mío” recuerda con unas sonrisa, lo que es una anécdota no solo para él sino para las modelos del desfile que sufrieron el intenso calor de la escenografía.
Cada diseño tiene su historia. Y aunque algunos lo tilden de imposible, Maxi siempre encuentra la forma. “Lo que me gusta es hacer focos personalizados. Inventar. Que no puedan pedirlo. Que tengan que fabricarlo”.
Con artistas más pequeños, apuesta por lo mismo: estructuras únicas que combinan funcionalidad con teatralidad. “Con Vetusta Morla, por ejemplo, armé una especie de ducha de luz sobre cada músico con viejos PAR 36, los ACLs. Para el bajista, creé una estructura con su ampli, soporte y luz. Todos decían que no se podía… y lo hicimos”.
Esa visión tiene raíz en el teatro. Maxi fue director técnico del primer Festival Internacional de Teatro de Buenos Aires (FIBA) y trabajó con nombres como Bob Wilson, Peter Brook, Sasha Waltz o Romeo Castellucci. “Ahí aprendés que todo puede salir de dos manos. Castellucci pedía cosas como 400 kilos de arena, plásticos para cubrir todo el escenario. Y para la luz, una sola lámpara, pero la correcta. Todo eso te entrena a salirte del estándar, del proveedor técnico, y ofrecer otra cosa”.
Su filosofía es clara: la diferencia está en los detalles. “Lo que propongo nunca es lo que se espera. Y si me dicen que no se puede, más me dan ganas de hacerlo”.
Donde la luz encuentra su lugar
Antes de ser museo, fue refugio. Un espacio de pruebas, de montaje, de exploración. Así nació el Museo de la Luz, en una nave de Madrid que Maxi Gilbert convirtió en laboratorio creativo, sin saber que estaba a punto de darle forma a un proyecto mayor. “Lo monté meses antes de la pandemia, sin saberlo. Hicimos varios streamings ahí, uno con Drexler que fue muy visto en Argentina. Me gustaba experimentar, armar instalaciones que muchas veces quedaban guardadas”.
El germen fue técnico, pero la idea creció con naturalidad. Cada vez más personas lo buscaban para montar piezas lumínicas en eventos, exposiciones o espacios culturales. “Un día me pidieron cinco instalaciones distintas para un evento en el Reina Sofía, y ahí me dije: es lógico, tengo que hacer un espacio propio con todo esto”.
El museo tomó forma como una necesidad personal, pero también como una respuesta a un fenómeno colectivo. “La gente está teniendo un interés especial por la luz. Como pasó con los mappings, ahora están surgiendo los festivales de luz en muchas ciudades. Yo estoy haciendo la dirección técnica del Festival de la Luz de Madrid, y esto es parte de lo mismo. Tenía que ocurrir”.
Hoy, el Museo de la Luz funciona como espacio independiente, de bajo presupuesto y gran ambición. “No puedo compararme con Berlín, claro. Esto es low cost, pero son 500 metros en pleno Madrid y eso ya es muchísimo. Me encantaría que fuera una nave como Matadero, pero de momento es lo que hay. Y estoy muy contento”.
Además de las instalaciones interactivas, el museo abre sus puertas a otras posibilidades: presentaciones de productos, cócteles con colegas, visitas escolares. “Vamos a empezar con un programa didáctico para colegios. Según la edad, habrá tres manuales distintos para explicar cómo se trabaja con la luz. Es divertido, porque todo lo que hacemos es interactivo. Y era algo que tenía que hacer, sí o sí”.

ChamSys: un camino propio en la programación de luces
Cuando la carrera de Maxi Gilbert empezó a tomar vuelo internacional, también llegó el momento de elegir una herramienta que le diera independencia creativa. Así llegó ChamSys a su vida. “En 2014 empecé a hacer giras más grandes y decidí comprar mi propia consola. Fue a través de Alain Courthout, que conocí la Maxi Wing, y me la vendió usada. A partir de ahí me cambió bastante la vida”.
Hasta entonces, la experiencia de Maxi era la de muchos operadores: adaptarse a lo que hubiera en cada teatro. Con la Maxi Wing y el software de ChamSys en su propia laptop, encontró una nueva libertad. “Era todo mucho más fácil. Más accesible, más intuitivo. En España no había muchas consolas ChamSys todavía, pero se empezó a volver muy popular entre técnicos y operadores por el software gratuito. Podías armarlo todo desde tu casa”.
La primera gira que programó con ChamSys fue con Vetusta Morla, en el tour La Deriva. Un antes y un después en la escena indie. “Fue un montaje muy teatral. Todo estaba muy trabajado y arriesgado. Hay gente que me dice que empezó a estudiar iluminación después de ver ese DVD. Y gran parte de eso fue gracias a tener la Maxi Wing: me permitió dedicarle horas y horas a programar cada detalle”.
Desde entonces, Maxi se volvió un referente de ChamSys en España y Latinoamérica, y la elección fue más que técnica: fue estética y conceptual. “Siempre me ofrecían otras marcas, que es lo que tiene todo el mundo, pero yo me sentía más cómodo con ChamSys. Nunca hice un curso. Es muy intuitiva. Y el lenguaje que tiene es el mismo que yo ya conocía por haber trabajado toda la vida con eso”.
La elección de ChamSys no fue una estrategia planificada, sino una conexión espontánea. “Primero fue porque me pareció accesible en su momento. Ni siquiera fue por un comercial o una recomendación. Ya había trabajado con otras marcas, pero fue con ChamSys que sentí una verdadera empatía con la herramienta. Y lo curioso es que no tenía ninguna relación directa con la marca… hasta hace dos años, cuando apareció Tony Cameron, el Director de Ventas de ChamSys.”
Ese vínculo natural se fue consolidando con el tiempo, no por marketing ni convenios, sino por confianza. “ChamSys me permitió potenciar mis conceptos estéticos y escénicos, tener control y libertad. Fue una elección técnica, pero también creativa”.
Y como en todas las relaciones no se construyen con estrategias, sino con trabajo constante. “Hace dos años y medio me escribió un operador que estaba haciendo Black Eyed Peas en Londres, y que había quedado para comer con Tony. Le preguntó qué pasaba en España, por qué se estaban vendiendo tantas consolas ChamSys. Y él le explicó que era porque yo las pedía siempre”, reconoce Maxi con una sonrisa.
Ese comentario fue el detonante. “A partir de ahí, Tony me contactó, vino a Madrid, nos conocimos… y genial”.
Cuando tiene que definir que le ofrece ChamSys desde el punto de vista técnico, Maxi no duda: “Me ha pasado de trabajar con otras mesas en teatro estatal, donde hay que usar lo que tienen, y no podía hacer los efectos que quería. Con ChamSys es todo muy fácil e intuitivo. Si quiero que un foco haga una cruz o una araña, tengo un atajo rápido para lograrlo. Le doy el tiempo, el recorrido, lo que quiera. Eso no me lo da ninguna otra plataforma”. Y remata: “Ni hablar del pixel mapping. Trabajo mucho con eso, y ChamSys me da todas las herramientas para resolverlo sin complicaciones”.
“Sin duda, ChamSys te da soluciones reales para el día a día”, afirma Maxi, que conoce al detalle los puntos fuertes del sistema.
Además, destaca la flexibilidad del software en los procesos creativos: “En el museo tenemos dos racks de ChamSys, y funcionan muy bien para controlar todas las salas. Muchas veces programo en el estudio con MagicPC, les envío los archivos a los programadores y los reciben sin necesidad de tener una mesa física. Eso es una solución enorme para cualquiera que trabaje con luz”.
La accesibilidad del software gratuito también es un punto clave. “No siempre necesitás estar conectado a un hardware. Con la versión demo se puede hacer muchísimo. Podés tener el estudio en casa y trabajar en serio”.
Su visión del futuro es clara y directa: apunta a una integración total. “Para mí lo ideal sería poder editar video desde la misma mesa. Estoy siempre conectado a un servidor de láser, a un servidor de video, a un visualizador… y sería increíble tener todo integrado. Que la mesa se convierta en un estudio de trabajo completo”. En ese horizonte, donde la luz, el video y el láser coexisten sin intermediarios, Maxi ve el próximo gran salto técnico y creativo. “Siempre trabajamos con los mismos elementos. Si todo eso pudiera convivir en un solo sistema, sería el siguiente paso lógico”.
En su próximo show con La OSA, Maxi trabajará bajo el concepto escénico propuesto por el director creativo del artista, con quien ya colaboró en giras de Quevedo y Yung Beef. “Es alguien que viene del mundo de los videoclips y las portadas, así que el enfoque visual está muy presente desde el inicio”, explica. Para esta puesta, Maxi operará con una MQ500 de ChamSys.
Y aunque aún no lo confirmó oficialmente, el horizonte creativo del LD sigue expandiéndose: hay instalaciones al aire libre previstas para octubre y una propuesta técnica en el estadio Santiago Bernabéu que podría dar que hablar.

La luz que lo empezó todo
Esa primera luz redonda detrás de Facundo Cabral no fue solo una impresión de infancia: fue una puerta. Una imagen tan simple como poderosa.
Hoy, con la experiencia a cuestas, Maxi lo resume con serenidad: “Sigo mirando como miraba ese día. Refinaría un poco el camino, claro, pero esa intuición me llevó a cruzarme con referentes que admiraba desde afuera y que ahora forman parte de mi día a día. Haber hecho esa escuela, de vivir esa escuela, fue lo mejor que me pudo pasar”.
Aunque siempre supo que su lugar estaba en el teatro, jamás imaginó que terminaría diseñando en estadios y creando experiencias lumínicas masivas.
Y mientras habla, su hijo, que ya hace maquetas de estadios, trabaja con Capture y explora consolas con apenas ocho años, parece estar iluminando su propio camino. Otro niño que, como él, alguna vez vio una luz y entendió que ahí había un mundo entero por descubrir.
Que genio iluminando a otros genios de la escena. Conozco su trabajo y es un poema ver como cada instante se llena con un alo maravilloso de magia gracias a su intervención lumínica. Estoy orgulloso de sus logros como iluminador respetado y reconocido en muchas partes del mundo.
Gracias por tu comentario. Es una gran satisfacción poder contar estas historias personales. Un gran profesional que nos brindó una gran entrevista.
Eres un Hombre de Luz,que genio te felicito Maxi,conozco a tu Mamá soy Laura Dominguez.Ahora vivo en Cataluña y deseo ver un espectáculo tuyo.Que sigan lo Exitos
Gracias por comentar. Nos encantó entrevistarlo. Saludos!