Carlos Hormazabal: sensibilidad, método y un camino sonoro respaldado por SHURE

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Desde escenarios masivos hasta procesos íntimos de creación, Carlos Hormazabal encuentra en SHURE más que una herramienta: un lenguaje técnico-emocional con el que escribe cada show. Su historia es la de alguien que convirtió la sensibilidad en método y eligió recorrer el audio como un acto de propósito.

La historia de Carlos Hormazabal en el mundo del audio no empezó detrás de una consola, sino sobre el escenario, como músico. Nacido en Chile y con más de veinte años de trayectoria, Carlos se define como alguien que “sabe un poco de todo”, pero con una sensibilidad particular que lo llevó a cambiar el rumbo de su vida.

Su primer acercamiento real al sonido profesional fue casi accidental… y totalmente revelador.

“Yo empecé a estudiar música como a los 10 años”, recuerda. Su formación se fue nutriendo de forma orgánica, rodeado de instrumentos, estudios de armonía y una familia ligada a la iglesia cristiana. Guitarrista de origen, pasó también por el bajo, el piano y hasta el canto, en un recorrido que hoy reconoce como la base de su sensibilidad sonora.

El clic definitivo llegó en un show de amigos músicos, cuando le pidieron que hiciera una tarea puntual: abrir el canal del kick. “Le puse al canal 1, que es el kick, y dije ‘sí, obvio’. Pero se me olvidó que tenía que esperar la orden”, cuenta entre risas. Sin saberlo, activó el canal justo en el momento en que el baterista golpeaba el bombo. Y entonces lo supo: “Cuando yo escuché eso, dije: en verdad, yo no quiero hacer música. Yo quiero hacer esto”.

Así nació una vocación que lo sigue guiando hasta hoy. “Yo creo que esos fueron los 15 años que me marcaron. Hay una figura que tiene que ver con la sensibilidad musical, más que con el tecnicismo”, afirma. Para Carlos, el audio profesional no se trata solo de perillas y frecuencias: es una manera de sentir.

En la carrera de Carlos no faltaron los desafíos técnicos. Pero si hay uno que lo marcó en los primeros años, fue una experiencia extrema en el corazón de los Balcanes. “Estuve en un festival en Macedonia del Norte, a unos 200 kilómetros al norte de Atenas. Era Constantinopla”, comenta con precisión. El contexto no podía ser más exigente: un público de 8.000 personas, un equipo técnico reducido y una barrera idiomática casi total.

“La gente solo hablaba macedonio. El 5% de la población hablaba inglés… y yo no soy bilingüe”, explica. La misión: montar y operar un show sin prueba de sonido previa, con un line check directo y comunicación limitada. Una situación que pondría a prueba no solo sus habilidades técnicas, sino su capacidad de adaptación.

Lejos de paralizarse, Carlos convirtió ese momento en una plataforma de crecimiento. Una prueba de fuego que, como él mismo dice, “te obliga a confiar en todo lo que aprendiste antes”.

El sonido del presente

Hoy, Carlos Hormazabal forma parte del Apocalipsis Tour, una de las giras más destacadas de la escena urbana chilena, acompañando al artista Chris MJ como ingeniero de FOH.

“Cuando uno ya está en un proceso de tour, donde tiene que entregar un show con un estándar en distintos lugares del mundo, todo el rig, toda la configuración, tiene un motivo de ser”, explica Carlos. “La recibe el productor técnico, la entiende como un manual de operaciones, y vos llegás a los venues a operar sobre esa misma estructura, porque es lo que te da la seguridad de que todo va a funcionar”, agrega.

En la carretera del sonido, nada está librado al azar: cada decisión técnica es un engranaje más en una maquinaria que debe responder con precisión, noche tras noche, sin importar el país, el idioma o el escenario.

 Shure desde su año cero en sonido

Hablar de Shure para Carlos Hormazábal no implica recordar un punto de partida, sino aceptar una presencia constante. “Shure son marcas… son cosas que ya se inventaron. Es como, ¿desde cuándo tú manejas vehículos? Desde que aprendí a manejar. Porque los vehículos existen. Y Shure existe”, dice entre risas, pero con claridad absoluta.

A lo largo de los años, Carlos fue afinando sus elecciones, aprendiendo a leer lo que cada situación demanda. “Uno empieza a depurar un poco: de gustos, de cosas que quiere hacer, que no… y cuáles son los resultados que uno espera en distintas situaciones”, reflexiona.

Los modelos clásicos de Shure están en el ADN de generaciones enteras de técnicos y músicos, y Carlos no es la excepción. “Yo soy de la generación del metal… ¿Entonces tú con qué grababas el metal? Metallica con un SM58. ¿Con qué grabó X cantante? Con ese SM58. Entonces siempre están. Siempre han sido los más elegidos”, asegura.

Ese vínculo va más allá de la marca: tiene que ver con entender al micrófono como una extensión del artista. “Llegó un momento en donde el micrófono lo empiezas a entender como una herramienta. Por eso finalmente hay tantos modelos de capturas en el mundo: son todas soluciones distintas”.

En el Apocalipsis Tour de Chris MJ, Carlos encontró un punto de inflexión técnico y emocional con Nexadyne. Después de probar múltiples opciones, fue con este sistema donde se dio el gran cambio: “Fue donde dejé de sobre procesar la voz del artista. Cuando llegué a ese sweet spot, en donde un poco de esto, más de esto, y quizá en el otro lugar un poquito más o menos de lo mismo… eso fue lo que me ayudó a llegar al resultado”.

Carlos confiesa haber sido usuario del KSM11 durante años en otras giras, pero en el contexto vocal y artístico actual requería otra solución, una que Nexadyne pudo resolver con precisión quirúrgica.

“Estoy ocupando cápsula NEXA en cardioide. Es distinto el comportamiento del artista que cuando usaba el KSM11, porque uno es de condensador y otro es dinámico. Funcionan distintos en cuanto a sensibilidades”, explica. “Es muy distinto cantar con un pedestal a voz llena, mano abierta, que con una sola mano en un micrófono saltando en un escenario”.

La decisión de cambiar de cápsula no fue intuitiva. Fue probada, testeada, analizada. Grabó las dos, comparó en distintos escenarios, y lo que entregó Nexadyne fue algo crucial: adaptabilidad. “Nexadyne deforma mucho menos la respuesta cuando se provoca el efecto de proximidad. Eso, en la performance actual, lo cambia todo”.

No se trata solo de captar sonido, sino de no interferir con el arte. “Cuando lo técnico acompaña y no restringe, te transformas en una institución coherente con este tipo de conceptos”.

Para Carlos, la técnica y la trayectoria son inseparables de una convicción profunda: hacer esto tiene sentido solo si se vive con propósito. No se trata solo de subir a una gira: se trata de elegir un camino que tenga valor, incluso cuando los desafíos parecen mayores que las recompensas.

En esa misma línea, su enfoque técnico está atravesado por la sensibilidad. Al hablar de su instrumento favorito, no duda: la batería. Pero no desde el lugar común, sino como ingeniero que entiende su complejidad. “La batería es un instrumento multifuente. Tiene entre 12 y 20 canales dependiendo de la configuración del kit, pero lo que uno busca es que todo eso suene como un solo instrumento”.

Lo que importa no es solo captar sonido, sino captarlo con agilidad y fidelidad. “Es un instrumento vibráfono, percutivo. Entonces necesito que los micrófonos sean ágiles en función de la respuesta a ese primer impulso. Y lo que responde muy bien, mecánicamente, es un micrófono de condensador. Yo soy muy usuario de las líneas Beta. Beta 57, Beta 98 en los toms”.

La búsqueda está siempre orientada al impacto psicoacústico. Por eso es fan declarado de los micrófonos de condensador: “Dan esta sensación de grandeza, permiten procesos que hacen que creas que el instrumento es mucho más grande de lo que es”.

Con un setup que incluye PSM1000, canales Axient Digital, P10R, cápsulas Nexadyne y scanners AD600, la red de soluciones de RF se convierte en su escudo técnico y mental. “El AD600 permite capturar información de otras marcas de radiofrecuencia, incorporarla, escanearla y decirte cuáles están listas. Poder tener frecuencias de respaldo, eso también es seguridad”.

“Desde mi lugar en el FOH, la percepción es una mezcla de control técnico y sensibilidad auditiva. Estoy en la posición del oyente. Puedo percibir los comentarios de la gente, cómo reaccionan a los momentos del show, pero no tengo el control que tienen otros roles técnicos como el stage manager o el ingeniero de monitores”.

Esa sensación de incertidumbre, que para muchos podría ser estresante, la gestiona a través de la confianza en la tecnología. “Soy un tipo controlador, intento tener todos los shows bajo control. Y ese es un ítem que no puedo controlar físicamente. ¿Qué me pasa? Que hoy, bien en función de las tecnologías de Shure, tengo el control psicológicamente resuelto”.

La clave está en los procesos previos, donde el orden y la previsibilidad se convierten en herramientas de seguridad emocional. “Los problemas se presentan antes, se resuelven antes de iniciar el show, y son soluciones definidas para el espectáculo”.

El audio, entonces, no es solo técnica: “Tiene que ver con la seguridad, con mi tranquilidad. Que todo lo que yo tengo bajo control está, y lo que no, yo ya sé que está controlado”, reflexiona.

Más que una marca, una red que respalda

Para Carlos, trabajar con SHURE va mucho más allá de elegir una cápsula o programar un preset. Es una relación basada en confianza, soporte y coherencia técnica. “Esto no es Volkswagen, que solo funciona con Volkswagen y no permite Nissan. Esto es capaz de analizar lo tuyo y lo de los demás en función de la seguridad”, explica, trazando una analogía clara sobre el poder de interoperabilidad que ofrece el ecosistema de la marca.

Para él, el valor de SHURE está en el respaldo real y sostenido que ofrece en distintos países, más allá de lo comercial.

“Lo que SHURE ha hecho conmigo es mantener ese apoyo a nivel internacional. Esa red que se construye entre fabricantes, distribuidores y técnicos se activa cuando más se necesita. Me ha pasado en Rock al Parque, en un festival en Madrid y en muchos más y sabes que no estás solo, porque ellos entienden que tu resultado también es el de ellos”.

Al final, lo que define la elección no es solo la performance de una cápsula, sino el entorno de trabajo que se construye alrededor. “Todo ese networking, esa familia SHURE que está todo el tiempo accediendo a soluciones, es lo que te permite sostener un proceso técnico real. Se transforma en una mecánica de todo es para uno y uno es para todos”.

Prepararse, tener pasión… y confiar

Después de años de giras, desafíos técnicos y aprendizajes compartidos, Carlos Hormazábal no duda en bajar dos líneas simples y potentes para quienes quieren hacer carrera en el audio profesional.

“La oportunidad todo el mundo la busca. Todo el mundo quiere patear el penal. El problema es que esa oportunidad se da muy pocas veces en la vida. El tema es cómo llegas  preparado para que se te dé. Si no estás listo, todo el mundo se va a acordar de que tuviste la oportunidad… y la erraste”.

Pero además de la preparación, hay algo igual de importante: la pasión. Y en ese consejo final hay una filosofía de trabajo, de vida y de ética profesional. “Si lo vas a hacer, hazlo con pasión. Porque en una audiencia de 15.000, 60.000 o 200.000 personas… vos nunca sabes quién te está escuchando. Puede ser un promotor que ni conoces y te va a ayudar. Y ahí es donde se genera mucha oportunidad”.

Carlos habla con la autoridad de quien ya pateó varios penales en su vida. Y de quien, por sobre todo, aprendió a jugar en equipo.

La voz, el método y el puente que no fue.

Aunque el presente de Carlos Hormazabal está atravesado por giras internacionales, reggaetón y cápsulas NEXADYNE, hay una certeza que no cambia: su admiración profunda por la voz. “Sinceramente soy fan de la voz. Muy fan. Son algo muy delicado, muy difícil de tratar. Porque esa flor se te marchita de la nada”, confiesa.

Ese respeto por lo sutil convive con una ética de trabajo que se forja en la constancia. “Yo soy una persona que no se considera talentosa. Me considero una persona de muchas doctrinas. Estudio mucho. Estoy todo el tiempo leyendo, escuchando, practicando. Soy muy del hacer”.

Desde joven, descubrió que tenía una facilidad especial con la matemática. “Esta carrera de sonido es una rama de la ingeniería. Y hay mucha matemática que entender, porque funciona a través de un fenómeno electrónico”.

Mientras viaja por el mundo, entre aeropuertos, escenarios y estructuras colosales, hay algo que lo sigue fascinando como un sueño paralelo: la arquitectura. “Todos los días veo puentes, aeropuertos, calles, y pienso: yo hubiese sido un tipo que construye cosas. Que diseña”.

En su relato hay pasiones simultáneas y mucha honestidad. “Uno en la vida no siempre tiene la oportunidad de probar tantas cosas como hay. A veces uno se queda con las ganas”.

Pero a Carlos no le pesa ese cruce de caminos. Porque sabe que eligió uno, y lo recorre con la misma convicción con la que alguna vez imaginó levantar puentes.

Todo valdrá la pena.

Si pudiera hablarle al niño que fue, ese Carlos de apenas 12 años que soñaba con la música sin imaginar cuántos caminos le esperaban, le diría: “Todo lo que viene será muy difícil, y muchas veces te preguntarás por qué. Pero es solo una etapa que pondrá a prueba tu fortaleza. Seguí con esa misma energía y perseverancia persiguiendo tus sueños… Has logrado muchos de tus sueños, y seguís persiguiendo los que faltan. Porque, al final del día, todo, absolutamente todo, habrá valido la pena”.

Hoy, ese niño creció. Y aunque no fue arquitecto, se convirtió en ingeniero de giras internacionales, en explorador sonoro, en fan incondicional de la voz.

Carlos Hormazabal no es solo un referente del audio profesional en Latinoamérica: es el ejemplo de que la técnica se aprende, la sensibilidad se cultiva y todo cobra sentido cuando se trabaja con propósito.

https://carloshormazabal.com

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