Con un diseño brutalista y un robot gigante de 38 metros como emblema, Edu Valverde transformó el festival I Love 90’s en un viaje sensorial donde la luz fue protagonista. De la mano de Cameo, cada luminaria se convirtió en un recurso narrativo para revivir una década con la potencia y precisión de la tecnología actual.

Desde 2017, Edu Valverde pone su firma al festival Love the 90s en Valencia. En esta edición, redobló la apuesta con un diseño escénico de estética brutalista: estructuras imponentes, líneas rectas y una arquitectura visual que se transforma con la luz. El desafío era claro, pasar del atardecer a la euforia nocturna sin perder impacto, y para lograrlo, necesitaba herramientas a la altura. Ahí es donde CAMEO entró en juego, como pieza clave en una narrativa técnica que fusiona precisión, energía y memoria colectiva.
Nada de nostalgia vacía: el concepto técnico de Love the 90s fue una declaración de principios basada en eficiencia, limpieza visual y potencia escénica. Para Edu Valverde, cada luminaria debía tener carácter propio, responder con precisión a los cambios del show y soportar sin fallos las exigencias del entorno. “Shows como este son muy complejos, así que cada elemento tiene que estar perfectamente coordinado”, afirma. Porque detrás de cada hit noventero hay una arquitectura de luz que no solo acompaña: cuenta la historia.
Un madrileño de pura cepa, con luz propia desde el inicio
Eduardo Valverde —aunque todos lo llaman Edu, incluso su madre— es madrileño por donde se lo mire: nació en Madrid, se crió en Madrid y su familia también es de allí. “Soy gato, gato, gato, como decimos aquí”, enfatiza entre risas. Su historia con la luz comenzó en los años 90, en una España que vivía el auge de la Expo y los Juegos Olímpicos. Aquel contexto generó oportunidades únicas para quienes, como él, estaban comenzando a soñar con una carrera técnica.
“Yo empecé trabajando en esto ya por el año 92”, recuerda. Todo inició con un curso del INEM de luminotecnia teatral, dictado por dos profesionales que aún hoy siguen en el rubro. “Cuando terminé, me dieron un listado de empresas, y yo fui llamando una por una. No tenía experiencia, pero tenía muchas ganas”. La insistencia rindió frutos: en plena necesidad de técnicos por los eventos masivos del verano, Edu fue enviado a su primer trabajo real, en un programa de TV grabado en Mallorca.
Ese impulso lo llevó directo a los estudios de Telecinco, una de las primeras cadenas privadas en España. Allí trabajó cuatro años, rodeado de fresnels, estructuras de gran formato y dirección de fotografía. “A mí realmente lo que me gustaba era otra cosa… los focos móviles, los cambios de color, las consolas modernas”. Fue esa curiosidad la que lo empujó a cambiar de rumbo: “Empecé como técnico de iluminación para shows. Ahí supe que había encontrado mi camino”.
Formarse desde abajo es una escuela que no falla. Así lo demuestra Edu Valverde, quien fue creciendo paso a paso dentro del oficio: “Primero de montaje, y de jefe de equipo, a configurar las consolas y los dimmers… hasta que un día te sueltan una mesita para que hagas un diseñito y lo operes”, resume. Su formación fue tan empírica como integral, con experiencia directa en todas las etapas del proceso técnico. “Sé perfectamente lo que es cargar un camión”, dice entre risas.
Así fue abriéndose a nuevas disciplinas, sumando teatro, musicales de gran formato y hasta producción de contenidos de video. “Como digo yo, soy aprendiz de todo y maestro de nada… pero tengo bastante rango”, asegura. En una época donde en España aún no existía una diferenciación tan clara entre diseñador y operador, su versatilidad lo llevó a hacer un poco de todo. Esa mirada transversal fue alimentada por grandes referentes: David Arribas y Armin Giraldo en televisión, Juanjo Llorens en teatro, y Josito Alegre en el mundo del rock. Y cuando llegaron los festivales de música electrónica, encontró su lugar. “Me gustaban mucho las músicas electrónicas… cuando vi que eso se empezaba a profesionalizar, fue el cielo abierto. Porque ahí podías diseñar una experiencia global: no iluminás una banda, sino que generás estímulos para que la gente sienta la música también con la luz”.

Un estudio, muchas miradas
“No tengo un estilo marcado porque hago muchos tipos de trabajo”, explica. “Y tanto yo como el equipo con el que trabajamos… somos bastante creativos, pero también muy pragmáticos”.
Ese equipo al que se refiere forma parte de su estudio Experiencias Visuales, una productora creativa con base en Madrid que cuenta con ocho personas en plantilla y un enfoque integral en diseño de iluminación, contenido visual, operación de consolas y gestión técnica. “Yo soy el director creativo, y luego tengo operadores, programadores, gente de vídeo, de diseño… un poco de todo”, cuenta. La clave para él no está solo en crear, sino en saber escuchar: “He visto diseñadores que se cierran a una idea. Nosotros no. Somos permeables. Podemos trabajar con directores de arte o artistas que te piden algo muy particular y sabemos adaptarnos”.
La historia de Experiencias Visuales tiene sus raíces en Pixelmap Studios, la primera empresa que fundó en 2017 junto al equipo que hoy lo acompaña. El principal cliente en aquel entonces era la productora detrás de los festivales Love the 90’s, Love the 20’s y otras propuestas nostálgicas que crecieron exponencialmente. “Vieron que eso podía crecer y hemos crecido juntos”, confiesa Edu. Tras el parate de la pandemia, el estudio se rearmó con el mismo espíritu y una nueva identidad. Desde entonces, no solo se consolidaron como un equipo de referencia para este tipo de eventos, sino que también comenzaron a trabajar con artistas de alcance global, como Aitana. “Este verano hicimos tres shows de estadio para ella, en Barcelona y en el Wanda Metropolitano de Madrid. Más de 70.000 personas por noche. Una locura hermosa”.
I Love 90’s: una fiesta de nostalgia con ADN técnico
Edu Valverde lleva varios años al frente del diseño de iluminación del festival I Love 90’s, una de las producciones más queridas del circuito español, que este 2025 celebra su octava edición con giras por toda España. Más que un evento, se trata de un fenómeno cultural que mezcla música, memoria colectiva y espectacularidad visual. “Es un show con una energía brutal. La gente viene con una conexión emocional muy fuerte con estos temas. No es solo una fiesta, es un reencuentro con su adolescencia”.
Organizado por Sharemusic!, el festival reúne a grandes íconos del pop, el eurodance y la electrónica noventera, desde Vengaboys hasta Snap! y 2 Unlimited, en un formato que combina sonido potente, pantallas LED y un diseño de luces que se adapta tanto a estadios como a plazas al aire libre. “Estamos todo el año girando con esto. De abril a noviembre hay fechas, pero la producción grande, la que tiene 20.000 personas o más, suele hacerse en Valencia”, reconoce. Allí, el festival ya se volvió tradición.
El concepto técnico y estético no solo apunta a crear una experiencia inmersiva, sino también a mantener una coherencia visual con el espíritu de los años 90. “A nivel diseño, jugamos mucho con los bloques, las barras verticales, los colores saturados y las figuras simétricas que evocan esa época”, explica. Esa línea retro-futurista se complementa con una ejecución moderna y precisa, que incorpora herramientas de última generación. Y en esa mezcla entre evocación y actualidad, CAMEO se volvió un aliado indispensable. “Desde que lo descubrimos, es una marca que me acompaña en varios proyectos. Me gusta cómo responde, la estética, y sobre todo, la calidad de luz que ofrece”.
El vínculo de Edu Valverde con I Love 90’s surgió casi como una casualidad afortunada, de esas que transforman carreras y consolidan estilos. “A mí me presentó al director del festival un amigo en común que es director de una de las discotecas más grandes de Europa, Fabric, en Madrid. Y a partir de ahí fue un flechazo”, declara.
Desde entonces, Edu se convirtió en el responsable del diseño de iluminación del escenario principal: una pista vibrante donde reinan el eurodance, el italo dance y todos esos sonidos electrónicos que definieron los años 90. Pero el festival no se queda ahí. Con cuatro escenarios simultáneos, incluyendo uno de tecno, otro de pop-rock y el “Playa Stage” con hits playeros, I Love 90’s despliega un recorrido musical tan diverso como emocional. “La música te transporta. Hay gente que llevaba 20 años sin escuchar una canción… y de pronto, en esos sets de 15 minutos, te meten 12 temas. ¡Es un viaje”.
El objetivo no es solo entretener: es provocar una respuesta emocional genuina. “Es un show con mucho concepto visual, pensado para que la gente que vivió esa época se emocione. Que diga ‘esto me marcó, esto fue parte de mi vida”, concluye. Y ahí, el diseño de luces se vuelve el vehículo perfecto para que esa memoria afectiva se transforme en experiencia.

Diseñar con Cameo, proyectar con pasión
Uno de los elementos escénicos más imponentes del festival I Love 90’s fue, sin duda, el enorme robot de 38 metros de alto que se alzaba en el escenario principal como símbolo de una época que fusionaba tecnología, música y fantasía. Este ícono visual necesitaba una iluminación que no solo lo destacara, sino que acompañara el anochecer progresivo del show: “Los festivales aquí empiezan a las ocho de la tarde, pero a la una ya se terminan. Por eso, la luz cambia rápido, y había que aprovechar esa transición para transformar al robot en protagonista”, explica Edu Valverde, diseñador de iluminación del festival.
Para lograrlo, todo el sistema de iluminación estuvo cuidadosamente planteado en función de los cambios escenográficos y del carácter nostálgico del evento. “Los Cameo se usaron específicamente para iluminar al robot. Una mezcla entre Otos W12 y ZENIT W600 fue lo que nos dio esa atmósfera que buscábamos. El robot no solo tenía que estar presente, tenía que cobrar vida con la luz”, detalla Edu.
Pero el planteo técnico fue más allá del objeto central. Los Otos W12 se utilizaron también como wash principal del escenario, y el diseño incorporó una disposición dinámica que permitía acompañar a los artistas en vivo, los sets de DJs y las transiciones musicales entre cada bloque. “Todo el wash del escenario fue con los Otos, incluso las candilejas. Buscábamos un diseño que no solo iluminara, sino que generara climas. Y esa combinación fue clave”, asevera.
Más allá de la potencia, lo que definió la elección fue la expresividad cromática. “El ZENIT W600 tiene un chip con colores muy saturados y brillantes, justo lo que necesitábamos para resaltar la estética de cómic del festival. Es un cuento visual, y el color tenía que estar a la altura”, informa Edu. “Ese tono de color que tiene de entrada me gusta mucho. Lo podés suavizar, claro, pero ya desde el vamos tiene una intensidad muy atractiva”.
También destaca su sistema óptico versátil, clave para iluminar el robot gigante con precisión desde distintos ángulos: “El W600 no se mueve, es un brick. Pero tiene una cosa que me encanta: los difusores magnéticos. De fábrica creo que son unos 18°, pero le podés agregar lentes de 45°, 60°, 90°, hasta 100°. Entonces, con el mismo foco podés trabajar distintos planos. En la parte más alta del robot usábamos sin difusor, para llegar bien ahí arriba; y en las zonas bajas íbamos graduando con difusores”.
Por el lado del Otos W12, el abanico creativo se amplía con efectos dinámicos pensados para el contacto con el público: “Tiene tres anillos de zoom independientes, y eso te permite generar haces muy chulos. Además, tiene un aro LED pixelable en el borde exterior, que aunque el foco esté apagado, mantiene un efecto visible. Es un detalle pequeño, pero suma muchísimo cuando estás tirando luces a público”, describe Edu.
Aunque no tiene una luminaria favorita definida, Edu sigue de cerca la evolución de Cameo y lo que viene. “Me habían contado que iban a sacar una barra de LED y estamos todos ahí esperando a ver qué lanzan”, indica.
Mientras muchos hacen balances, su calendario marca septiembre como uno de los meses más potentes del año. “Ahora mismo hay cinco Vegas el mismo fin de semana en Madrid”, dice entre risas. Entre lo que vendrá y lo que ya dejó su huella, Edu Valverde confirma algo que no necesita luces para brillar: el diseño de iluminación es una forma de estar en el mundo. Y Cameo es una aliada que lo acompaña a construir experiencias con cada destello.

Un viaje de ida al pasado… con luces del presente
En el universo nostálgico del I Love 90’s, donde cada canción es un recuerdo colectivo y cada beat revive una época, el diseño de iluminación se convierte en una máquina del tiempo. “La música te transporta, pero la luz es lo que hace que lo vivas otra vez”. Y para eso, necesitaba una herramienta a la altura.
Cameo fue la aliada perfecta para iluminar ese viaje emocional: desde el gigantesco robot escénico hasta cada rincón del main stage, sus luminarias aportaron color, potencia y versatilidad técnica.
Diseñar con nostalgia, proyectar con visión. Ese fue el desafío detrás de una puesta que no solo revivió una década, sino que demostró cómo la tecnología, cuando se elige bien, puede conectar generaciones.
Y en ese cruce entre memoria y espectáculo, Cameo brilló con luz propia.
